Capítulo Aragua

jueves, 28 de enero de 2010

Con la edad, el cerebro visto con lupa, se desarboriza.

Para describir los componentes
celulares del tejido nervioso hemos de retroceder a Golgi y a Cajal, cuyos métodos de tinción
y estudios microscópicos permitieron visualizar por primera vez las neuronas, los
axones y las dendritas.
La neurona contiene tres regiones distintas: el cuerpo celular, las dendritas, finas arborizaciones
dispuestas a su alrededor que constituyen el aparato emisor y receptor de información,
y su prolongación, el axón, que constituye la unidad conductora.
Las neuronas establecen conexiones entre sí, intercambiando la información específica
que les es propia y diferenciada; información que es generada y regulada por el mate-
rial genético heredado y la producción proteica correcta a través de un tejido de sostén,
la neuroglía, que realiza las funciones de depuración del sistema, tiene actividad metabólica,
de nutrición y defensa inmunitaria y capacidad de producir mielina.
La diferencia entre las células gliales, astrocitos, oligodendrocitos y fagocitos, y las
neuronas radica en el hecho de que sólo estas últimas pueden generar una señal nerviosa.
Galvani en el siglo XVIII descubrió que las células nerviosas producían electricidad, dando
lugar al desarrollo de la electrofisiología.
El impulso eléctrico generado por la neurona se vehiculiza y propaga a través del axón.
Su conducción será más lenta y continua si se hace a través de axones amielínicos, y
más rápida cuando los axones contienen fibras de mielina.
En el envejecimiento se observa una pérdida neuronal selectiva, una progresiva desarborización
dendrítica, presencia de placas seniles y de ovillos neurofibrilares, reacción
glial y acumulación de pigmentos edad-dependientes como la lipofuscina. El resultado de
todos estos cambios es que funcionalmente el cerebro se lentifica y enmudece.
La información interneuronal se establece a través del espacio sináptico mediante un
proceso eléctrico o químico, en el que intervienen la producción, liberación, destrucción
y recaptación del transmisor. Las neuronas “hablan” entre ellas a través de un sistema de
telefonía que son los neurotransmisores.
Los neurotransmisores son sustancias químicas presentes en el interior de la neurona
y que precisan enzimas para su inactivación. Se encuentran en el espacio sináptico cuando
se produce la activación de la célula nerviosa y pueden ser reemplazados por sustancias
sintéticas análogas en la sinapsis.
En el sistema nervioso encontramos distintas sustancias neurotransmisoras, que dependen
de una red específica de neuronas, y que originan verdaderos sistemas o circuitos anatómicos.
Cada uno de ellos tiene su función propia. Del sistema colinérgico depende la
memoria y el estado de vigilia; del sistema dopaminérgico, el sistema motor, y en el noradrenérgico
están involucrados el sueño, las variaciones del humor y las sensaciones de placer
y desagrado.
En el envejecimiento se observa una franca disminución de las conexiones sinápticas;
alteración de los espacios intra y extracelulares, sin cambios electrolíticos; disminución
del contenido y síntesis proteica; disminución de la síntesis de lípidos, en especial
fosfolípidos, con alteración de la conducción de la membrana, disminución del flujo sanguíneo
cerebral con la consecuente disminución energética por la reducción del aporte
de oxígeno y glucosa y alteración del contenido de RNA y DNA.
Estos cambios no afectan en su globalidad a todas las estructuras cerebrales, presentan
una selectividad y se localizan con preferencia en la corteza, hipocampo, locus coeruleus,
núcleos basales de Meinert y núcleos del asta anterior medular. Sus consecuencias
afectan, de forma selectiva, a varios sistemas en forma de disminución motora y sensitiva,
alteración del sueño, alteraciones de la memoria y reducción de la capacidad cognitiva y
aumento de la patología orgánica y funcional.

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