Capítulo Aragua

jueves, 28 de enero de 2010

Deterioro cognitivo y demencia!!

Se entiende por deterioro cognitivo cualquier alteración de las capacidades mentales superiores.
Puede tratarse de un deterioro focal: cuando está limitado a una operación mental
aislada, como el habla, o a un conjunto interrelacionado funcional o topográficamente; o
difuso si afecta varias capacidades mentales a la vez. Utilizando los criterios operativos
propuestos por Marsden de 1978, y ratificados por el Grupo de Estudio de Demencias de
la Sociedad Española de Neurología, se define la demencia como un síndrome orgánico
adquirido, que ocasiona un deterioro global persistente, sin alteraciones en el nivel de conciencia,
que interfiere en el ámbito social y/o laboral y que aboca a la incapacidad para
el autogobierno de la persona.
Los trastornos que pueden cursar con demencia o simular un estado demencial comprenden
un amplio espectro de enfermedades neurológicas y/o psiquiátricas cuyo diagnóstico
requiere un estudio exhaustivo. Actualmente los criterios clínicos que se manejan
para establecer un cuadro de demencia son los de la ICD-10 y del DMS-IV.
Hasta la fecha no es posible realizar el diagnóstico de enfermedad de Alzheimer y otras
demencias en su estado preclínico, por dos razones importantes: la primera, es que las bases
biológicas y genéticas no tienen la suficiente y probada fortaleza para asegurar con certeza
el diagnóstico e iniciar una actividad preventiva; la segunda, es que carecemos de un
tratamiento curativo. Ambas comportan una tercera razón de mayor relevancia: la actitud
ética de los profesionales delante de las especulaciones diagnósticas y de pronóstico.
Ante tal situación, ¿es que no debemos preconizar la detección precoz de las manifestaciones
clínicas iniciales de demencia para establecer estrategias terapéuticas sintomáticas
y paliativas, si cabe, en beneficio del enfermo y de su familia? La detección precoz
de la demencia antes de que los enfermos se encuentren en un estadio muy evolucionado
presenta conocidas ventajas: identificar causas reversibles y tratables de demencia, utilizar
las estrategias farmacológicas y no farmacológicas disponibles a fin de enlentecer la
progresión de la enfermedad, controlar la morbilidad asociada y mejorar la calidad de vida
del paciente y su cuidador.
En el ámbito gerontológico la dificultad estriba en diferenciarla del deterioro cognitivo
benigno o leve, como un hecho inherente a la vejez.
El análisis compartido y consensuado con los familiares y cuidadores inducirá el tipo
de intervención terapéutica, sobre todo en cuanto a la aplicación de terapias blandas basadas
en las técnicas de la neuropsicología cognitiva. La información que sobre las actividades
cotidianas aportan los familiares constituye un valor añadido a los datos de la explo-
ración clínica y neuropsicológica, al hacer evidente el conjunto de conductas que definen
al individuo en relación con sus preferencias, habilidades y competencias que le permiten
vivir de forma autónoma e independiente y ejercer su papel social. Todas estas actividades,
desde las más avanzadas hasta las más básicas se deterioran a medida que progresa
la enfermedad, incidiendo de forma desigual en cada individuo y su grupo familiar.
El objetivo final de nuestra intervención terapéutica estará dirigido, bien sea a corto o
largo plazo, a restaurar habilidades cognitivas, enlentecer la progresión del deterioro y
mejorar el estado funcional del enfermo con demencia, procurar su estabilización durante
el mayor tiempo posible, controlar los síntomas y prevenir las complicaciones y problemas
de salud más prevalentes y, finalmente, garantizar la confortabilidad en la fase terminal
de la enfermedad.
La intervención desde un programa de psicoestimulación cognitiva que abarque en gran
medida aquellas funciones intelectuales conservadas y su interacción con las actividades
instrumentales de la vida diaria, favorecerá el papel social del enfermo, aumentará la eficacia
de los fármacos disponibles en la actualidad para la enfermedad de Alzheimer y,
en todo caso, aportará beneficios en cualquier tipo de demencia.
Las estrategias aquí planteadas son propuestas útiles y prácticas que facilitan la interacción
personal entre el educador profesional o el familiar cuidador y el paciente, manteniéndolo
activo y llenando horas vacías de objetivos para el enfermo y llenas de fustración
para el familiar.
La suma de las condiciones intelectuales, físicas y biográficas del enfermo, marcará
el campo de apoyo en el que movernos y permitirá definir y ajustar el tipo adecuado de
intervención.
Estos enfermos merecen el esfuerzo investigador y la puesta en marcha de innumerables
propuestas, que abarcan desde los estudios genéticos y de biología molecular a la provisión
de recursos sociosanitarios, reconociendo la dignidad humana de las personas a las
que en un momento de su vida la demencia oscureció su mente y les robó la capacidad
de conocer, del saber de las cosas y de cómo se hacen.
Mercè Boada

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