Capítulo Aragua

domingo, 20 de marzo de 2011

Síndrome del Cuidador Quemado:

 Síndrome del Cuidador Quemado:
El cuidar de una persona que tiene una demencia tipo Alzheimer, representa, en la mayoría de los casos, estar en una constante presión que desemboca en un estrés crónico, que, actualmente, se conoce como el Burnout o Cuidador Quemado; como se verá más adelante significa un cansancio crónico para el cuidador.
 En primer lugar, Guillén, Guil y Mestre (2000) mencionan que Burnout significa “quemarse”, se intenta describir una situación en la que, en contra de las expectativas de la persona, ésta no logra obtener los resultados esperados por más que se esfuerce en conseguirlos” (p. 275).  El no poder tener la respuesta esperada del enfermo, aumenta el grado de estrés y cansancio emocional en el cuidador, hasta el punto de quedar sin fuerzas ni ánimos para trabajar.
Por su parte, Salas (2004) reconoce que el Síndrome del Cuidador, Síndrome del Quemado o Síndrome del Burnout hacen referencia al mismo término, así refieren a un conjunto de síntomas y signos físicos como psicosociales resultantes de la tarea del cuidado de una persona con la Enfermedad de Alzheimer (EA) y que pueden comprometer su calidad de vida.
Guillén, Guil y Mestre (2000, p. 277) citando a Maslach (1982), refieren que el Burnout es una combinación de las siguientes circunstancias:
¤      Agotamiento emocional: Sensación de no poder dar más de sí.
¤      Despersonalización: Actitud impersonal y negativa hacia los usuarios.
¤      Falta de realización personal.
Agrega posteriormente que el Burnout “sería un proceso continuo, que va surgiendo de manera paulatina y en el que existen una serie de síntomas asociados” (Guillén, Guil y Mestre, 2000, citando a Maslach, 1982, p. 277).
Se desarrollan así, actitudes negativas e insensibilidad hacia el paciente, la falta de realización personal, consiste en la tendencia por evaluar el propio trabajo de forma negativa, no se disfruta de la atención como un servicio y se tiene el pensamiento de que no hay nada que ofrecer al otro.  Los afectados se reprochan no haber alcanzado los objetivos propuestos, el posponer metas por la atención, lo que genera vivencias de insuficiencia personal y baja autoestima profesional.
La fatiga emocional y física, la despersonalización y una capacidad de logro reducida, imposibilitan que la persona pueda desempeñar su trabajo; puesto que el organismo a nivel tanto físico y emocional se halla afectado.
Ulate y Vargas (2003) retoman a Maslach (1976), quien refiere que este síndrome es más propenso “entre individuos que trabajan en contacto directo con los pacientes” (p. 28); es decir, el cuidador de una persona con la EA no queda ajeno a padecerlo, pues está en contacto directo con el dolor, problemas y deterioro de otra persona producto de una enfermedad.
Las psicólogas Ulate y Vargas (2003) permiten introducir otro elemento para el presente análisis acerca del Burnout cuando refieren a Pines y Aronson (1988) al plantear que consiste en un estado de agotamiento “producido por involucración crónica en el trabajo, en situaciones emocionalmente demandantes” (p. 29).  Al considerar a los cuidadores, se reconoce que muchos de ellos llegan a sobreinvolucrarse con la persona que cuidan, lo que favorece la presencia de sentimientos de lástima, impotencia y hasta desesperación por la condición progresiva de la EA.
El Burnout es producto de un estrés crónico, al tener a cargo a una persona que requiere de la puesta en práctica de tareas monótonas y repetitivas, que se convierten en una rutina difícil de cambiar, que, en ocasiones, puede que produzca desmotivación.  El estrés continuo no desaparece y como plantea Morera (2007) “evoluciona a lo largo de un proceso lento que va del entusiasmo a la decepción” (p. 66) de los recursos personales para desempeñarse como cuidador.
En resumen, como plantean Guillén y Pérez (2001), la atención de una persona con EA es el cuidado que más desgasta y que debe de hablarse del cuidador como otro paciente, es decir, los cuidadores también requieren de atención para no presentar el Síndrome del Cuidador Quemado o Burnout, no pueden dejarse pasar los indicadores que brindan el cansancio y las atenciones.

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