Ante la ausencia de fármacos que actúen sobre la enfermedad neurodegenerativa, los grandes avances llegan de la mano de nuevas formas de diagnóstico precoz, como las pruebas de imagen, un análisis sanguíneo o la búsqueda de biomarcadores, entre otros, lo que lleva a plantear a los médicos cómo actuar en esta situación.Ante una enfermedad tan cruel como el alzhéimer, capaz de borrar los recuerdos más queridos, la ciencia se muestra aún débil y sus investigaciones en torno a la búsqueda de fármacos capaces de frenarla o modificarla de algún modo se hallan en una vía muerta. La luz al final del túnel aún es muy difusa. A dos días de la celebración del Día Mundial del alzhéimer –el próximo 21 de septiembre–, la sociedad y los especialistas hacen balance de los últimos avances en esta enfermedad neurodegenerativa, cuyas noticias más esperanzadoras llegan de la mano de las nuevas posibilidades de diagnóstico precoz.
Conseguir que una prueba, o un conjunto de las mismas, determine que un paciente se encuentra en riesgo de sufrir alzhéimer diez años antes de que aparezcan los primeros síntomas es todo un reto que la Medicina está muy cerca de conseguir, tal como auguran los expertos. Más aún, cuando las investigaciones clínicas demuestran que la mayoría de los enfermos llegan a las consultas quince años tarde, es decir, que ha pasado demasiado tiempo desde que la enfermedad dio comienzo.
Sin embargo, la comunidad científica no se muestra muy satisfecha, porque si un paciente con 50 años hoy sabe que dentro de diez sufrirá alzhéimer, ¿qué puede hacer si no hay tratamiento eficaces? Mercé Boada, directora de la Fundación ACE y jefa del Servicio Clínico de Enfermedades Degenerativas del Hospital Vall D’Hebron de Barcelona, pone la nota positiva y advierte que «mientras llegan los fármacos “definitivos”, puedan ser vigilados y aprovecharse de los medios actuales». Se trata de las terapias cognitivas y las no farmacológicas. De hecho, estas últimas han demostrado, según trabajos de la Universidad de Oxford, retrasar hasta 500 días el ingreso de un paciente en una residencia, momento en el que el paciente ya ha perdido su autonomía personal y requiere de todo tipo de cuidados.
Novedades
Gracias a los avances en las técnicas de imagen, más en concreto en la oportunidad que ofrece la tomografía por emisión de positrones (PET, por sus siglas en inglés), la medicina ha descubierto formas de detectar las huellas de la patología antes de que el paciente llegue a la mesa del forense, como solía ocurrir hace unos años. Entonces sólo se confirmaba la enfermedad de forma post mórtem.
Unos nuevos radiofármacos, de momento sólo disponibles en forma de uso compasivo, como apunta Osama Sabri del Departamento de Medicina Nuclear de laUniversidad de Leipzig (Alemania), «servirán para descubrir qué partes del cerebro están más dañadas por la enfermedad». «Las sustancias permiten hallar los acúmulos anormales de la proteína beta-amiloide en el cerebro, que es típica de enfermos que sufren o sufrirán la enfermedad en el futuro», explica Giovanni Frisoni, vicedirector científico del Centro San Giovanni di Dio, perteneciente al Centro Nacional para el Estudio del Alzhéimer y otras Enfermedades mentales de Italia.
En la actualidad, de los tres radiofármacos en fase de estudio el más avanzado, de la farmacéutica Bayer, ya ha superado el último escalón de los ensayos clínicos (la fase III) y espera la aprobación de las agencias reguladoras en breve, unos meses. Frisoni asegura que uno o dos años como mucho se podrá poner a disposición de la sociedad. Por otro lado, desde Barcelona, en el CRC Centro de Imagen Molecular (CIM), una de las pocas instituciones españolas encargadas que participan en este tipo de estudios, han llevado a cabo ensayos con otros dos compuestos.
Juan Gispert, responsable científico del CRC CIM, manifiesta que «en unos 30 minutos se lleva a cabo el escáner y se confirma o no la presencia de las alteraciones neurológicas. Con esta prueba elevamos el margen de precisión hasta un 90 por ciento en el diagnóstico. Un dato importante si hablamos que en la actualidad roza el 80 en una serie de técnicas que tienen cierta subjetividad, ya que son más a nivel clínico y cuando la enfermedad ya se encuentra avanzada». Por su parte, Boada explica que «los compuestos no sólo sirven para conocer si hay o no alzhéimer, también para ver si los fármacos candidatos –en fase de estudio– son efectivos y así poder estudiar en qué fallan».
Francisco Javier Fernández, director del centro catalán, augura que en menos de dos años está técnica será viable. Pero no la única que determine el diagnóstico, «tendremos que contar con todas, es decir, con la suma de las posibilidades: biomarcadores, análisis clínicos... Todas aquellas que nos revelen la muerte de neuronas. Sólo entonces dejará de ser una enfermedad silenciosa», apunta Jesús Ávila, profesor de Investigación del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Universidad Autónoma de Madrid).
Pruebas asequibles
También se buscan otras vías para esta detección sea aún más barata y sencilla, «dado que el precio oscila entre los 2.000 y 3.000 euros en la actualidad, aunque se haga por uso compasivo, y debemos buscar otras opciones más asequibles», apunta Boada. En España uno de los proyectos, aún en fase muy inicial, contempla la posibilidad de hallar en la piel señales que revelen la patología. El responsable del proyecto, Miguel Calero, investigador titular de OPI del Instituto Carlos III de Madrid y colaborador de la Fundación Centro de Investigación Enfermedades Neurológicas (CIEN), expone que «aún es pronto para saber si será viable, ya que nos encontramos recogiendo y observando muestras de enfermos y personas sanas, en una segunda fase, pasaremos a comparar los datos de unos con otros y sacar las conclusiones válidas».
Otro de los puntos que se estudia es buscar «huellas» del alzhéimer en la sangre. Como subraya Ávila, «sería un proceso muy barato y sencillo y que, al mismo tiempo, al paciente le traería menos consecuencias –mareos, reposo antes y después de la prueba...– que una punción lumbar para extraer el líquido cefalorraquídeo para buscar restos de la proteína amiloide». En este sentido, esta semana un trabajo de la Universidad Tecnológica de Texas (EE UU), publicado en «Archives of Neurology», explicaba cómo. En los análisis de sangre realizados por el equipo de Sid E. O’Bryant examinaron más de un centenar de proteínas, combinando esos datos con otra información sobre los pacientes, «como por ejemplo si éstos tienen el gen APOE4, que aumenta el riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer». Los investigadores calcularon la puntuación a través de un programa informático con los datos obtenidos en personas con y sin alzhéimer, «con un porcentaje de éxito global en la detección de la enfermedad del 94 por ciento», como asegura O’Bryant.
Los biomarcadores también juegan un papel protagonista a la hora de buscar algún tipo de pista sobre la presencia de la patología neurodegenerativa. Una investigación publicada también esta semana en «Archives of Neurology» apuntaba que en el líquido espinal había tres biomarcadores que revelan el desarrollo del alzhéimer. En concreto, como explica Geert de Meyer, de la Universidad de Ghent (Bélgica), «se ha demostrado que la concentración elevada de las proteínas 1-42 (CSF AB1-42), la TAU y la TAU 181P (P-Tau181P) revela la presencia de alteraciones propias de la enfermedad». El trabajo concluía que los tres estaban presentes en un 90 por ciento de los pacientes diagnosticados de la enfermedad.
¿Un futuro «screening»?
Las posibilidades de que todo este nuevo arsenal de pruebas diagnósticas abra las puertas al cribado de la sociedad de cara a saber quién tiene más riesgo de sufrir la enfermedad aún quedan lejos. Pablo Martínez-Martín, director científico de la Unidad de Investigación del Proyecto Alzheimer de la Fundación UIPA-CIEN, asegura que «actualmente sería “irrealizable”, principalmente porque no existen métodos para identificar de forma certera en la fase preclínica a los individuos que van a desarrollar la enfermedad, que nos den un perfil para saber quién debe someterse a ellas y a quién no». De momento, tan sólo se puede detectar temprano la forma herediatria del alzhéimer en personas que cuentan con una mutación genética que predispone su desarrollo.
Con el fin de buscar los rasgos característicos del enfermo de alzhéimer se ha puesto en marcha el «Proyecto Vallecas». Martínez-Martín, su máximo responsable, explica que en el mismo se han involucrado a casi dos centenares de personas mayores de 70 años, «para elaborar un perfil de personas a las que habría que realizar este cribado y así poder empezar a aplicar terapias en fase preclínica, sobre lo que todavía no hay estudios». Además de este proyecto, otro a acargo del Hospital Universitario de La Paz, en Madrid, también busca crear un mapa de predicción de riesgo de la enfermedad. Ana Frank, la máxima responsable, asegura que se podrá conocer quién y en qué grado de afectación se halla.
Mientras todo esto se convierte en realidad, los familiares de los pacientes y los médicos se alían con el fin de concienciar a la sociedad de este problema y utilizar así todas las herramientas a su alcance.
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