Capítulo Aragua

sábado, 29 de mayo de 2010

Prevención

Sabemos mucho de lo que sucede durante el curso del Alzheimer; lo que no sabemos es lo que inicia todo ese proceso.

Hay un gen que es muy común en la gente que desarrolla Alzheimer después de los 65 años, pero ese gen lo tiene una cuarta parte de la población. Entonces, ¿por qué algunos tienen la enfermedad y otros no?

Una teoría es que las personas que van a padecer Alzheimer generalmente poseen los mismos factores de riesgo que las personas con enfermedades cardiovasculares. Y esto nos lleva a un importante descubrimiento australiano: miles de personas pueden prevenir el Alzheimer con sólo cuidar su presión arterial.

“A menudo, las placas se observan encima o cerca de una microhemorragia cerebral, y uno de los principales factores de riesgo de una microhemorragia es la hipertensión”, dice Michael Valenzuela, investigador de neurociencia regenerativa de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Australia.

“La hipertensión en la mediana edad está ligada a tener un riesgo dos veces y medio mayor de padecer demencia 20 años más tarde. Si podemos reducir el índice de presión arterial, podremos bajar el índice de demencia”, agrega.

Una vez que se padece la enfermedad, la presión arterial juega un papel insignificante; de hecho, la gente con Alzheimer tiende a tener la presión arterial baja. Pero a partir de los 40 años, vale la pena controlar la presión mediante dieta, ejercicio y, si es necesario, medicamentos.

El ejercicio es una estrategia fundamental para prevenir la enfermedad, pues tiene una serie de efectos positivos sobre el cerebro: fomenta la generación de neuronas (neurogénesis), promueve las conexiones entre las mismas y eleva los niveles de las hormonas que controlan la función cerebral. “Es una medicina muy poderosa”, dice el doctor Valenzuela.

También se investiga el papel de mantenerse social y mentalmente activo. La gente que lo hace presenta menores tasas de demencia, quizá porque exigen más de sus neuronas.

El futuro podría ser aún más prometedor para la prevención del Alzheimer. Se están analizando formas de estimular el sistema inmunitario para prevenir el desarrollo de la proteína betaamiloide.

Si las pruebas resultan exitosas, significará una vacuna contra el Alzheimer. Sin embargo, los esfuerzos por desarrollar vacunas se han visto empañados por un efecto secundario: la inflamación cerebral. Dice Michael Woodward, jefe de la Unidad de Cuidados a los Adultos Mayores del centro Austin Health en Melbourne: “Si se demuestra que las vacunas son seguras y efectivas, posiblemente se puedan administrar a personas de entre 20 y 30 años de edad para evitar que desarrollen Alzheimer”.

¿No sería la vejez una perspectiva más brillante si eso fuera posible?

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