Capítulo Aragua

jueves, 4 de marzo de 2010

EL SINSENTIDO DE TOMAR FÁRMACOS CUANDO SE SUFRE ALZHEIMER

Millones de enfermos de Alzheimer son tratados actualmente en el mundo con fármacos que no sólo no sirven para mejorar su estado de salud sino que en muchos casos les provocan efectos secundarios no menos graves que los de la propia enfermedad. Ray Smith lo vivió en sus propias carnes cuando peregrinó de especialista en especialista al saber que Grace, su mujer, padecía esa patología. Una odisea que ha plasmado en una obra titulada "Increíble Grace: disfrutar del Alzheimer" -historia de amor más que drama- en la que narra como vivió con plenitud junto a ella sus últimos 11 años con buena calidad de vida tras recurrir a un simple tratamiento ortomolecular.
Desde la muerte en el 2002 de Grace, su mujer, Ray Smith se ha dedicado a cumplir la promesa que le hizo cuando ésta aún mantenía sus facultades mentales intactas en el largo proceso de deterioro a causa del Alzheimer: contarle al mundo que el sufrimiento de millones de personas sacudidas por esta nueva plaga "es
innecesario y hasta cierto punto evitable". Basta tan sólo, en su opinión, con apostar firmemente por el uso de los tratamientos ortomoleculares (vitaminas, minerales, oligoelementos) para prevenir la enfermedad y para convivir con ella cuando ya se ha presentado sin el tremendo deterioro que hoy los enfermos sufren.


Su testimonio de amor es también una denuncia contra las grandes corporaciones farmacéuticas a las que responsabiliza de utilizar su enorme maquinaria comercial para hacer valer ante la opinión pública como única opción válida la solución farmacológica aún sabiendo que los medicamentos utilizados están sometidos a una
gran controversia científica por sus escasos beneficios. Mientras, a los pacientes y familiares se les ocultan las posibilidades de otras opciones más naturales y baratas de prevenir y afrontar la enfermedad.
Ray viaja de país en país sin ayuda económica de asociación alguna, alojándose en los hoteles más económicos que encuentra y tratando de suscitar el interés de los medios de comunicación sobre su historia, nada diferente de la de tantos otros en sus inicios pero singular en su desarrollo y hermosa en su desenlace.
"Una tarde Grace y yo -cuenta Ray en su obra "Increíble Grace: disfrutar del Alzheimer"- estábamos sentados uno al lado del otro en la cocina. Ella se estaba preparando para hacer algo de costura mientras bebíamos a sorbos nuestro cacao y charlábamos al final del día antes de prepararnos para ir a la cama. Grace estaba teniendo problemas para enhebrar la aguja que quería utilizar para coser un botón. Todos tenemos dificultades para enhebrar las agujas, particularmente una vez que nuestros ojos empiezan a perder agudeza visual en la edad madura y los detalles se vuelven más nítidos en la distancia que las cosas que están bajo nuestras narices pero aquello parecía ser más algo más. Grace no parecía ser capaz de coordinar las habilidades motoras necesarias para alinear la punta del hilo con el ojo de la aguja; parecía que no podía ordenar a sus dedos ejecutar los movimientos precisos para guiarla a través de la ranura de acero. 'Quizá necesites revisarte la vista' sugerí. 'No creo que sean mis ojos -me contestó-. 'Veo claramente, sólo que no parezco capaz de conseguir que mis dedos hagan lo que les pido".


De esta manera -o de manera similar- han comenzado y siguen haciéndolo a diario millones de historias en todo el mundo que se desarrollan de manera similar a la de Grace y Ray. Más de 25 millones de personas en el mundo están afectadas por la enfermedad y se calcula que en los próximos 20 años serán más de 70 millones los afectados.


"Una vez que comprendí -nos contó Ray durante nuestro encuentro en España- que algo estaba mal empecé a notar otras cosas. La apariencia de Grace no era tan inmaculada como lo había sido y se olvidaba a menudo de cepillar su pelo o incluso de ponerse la ropa apropiada para salir. Las cosas empezaron a aparecer en lugares inadecuados como un listín de direcciones y un periódico en la nevera o un recipiente de plástico lleno de mantequilla en el horno. Su bolso aparecía en los lugares más ocultos y ella juraba que no recordaba haberlo puesto allí. Cuando conversábamos repetía a veces las mismas preguntas olvidándose por completo de que ya se las había contestado y no era capaz de recordar algo que había pasado simplemente unos minutos atrás."


Poco a poco ambos se fueron dando cuenta del peligro. Comprendieron que los lapsus de memoria eran algo más que olvidos normales propios de las personas de mediana edad. Ambos habían practicado la enfermería
geriátrica y sabían cómo la demencia se apodera de mentes que años antes se mostraban ágiles para arrebatarles gradualmente todas sus capacidades. Por ello no tardaron en asumir que el Alzheimer había entrado en sus vidas para quedarse.

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