Capítulo Aragua

lunes, 8 de marzo de 2010

Abuela no hay más que una…

Abuela no hay más que una…

Hoy me vais a perdonar. En esta ocasión, dejo la actualidad aparcada momentáneamente, para hablar de un tema que para mí, es mucho más importante.

Quiero, a través de estas líneas, recordar a una persona “Clave” en mi vida. Me vio nacer, me ha criado y he tenido la gran suerte de poder estar a su lado durante muchos años.

Ha sido mi otra madre, la que siempre buscaba en mí la perfección y la pulcritud que a ella le inculcaron desde los 12 años, cuando empezó a trabajar.

Es Carmen, mi abuela. Mi “Martínez”, como a veces la llamábamos cariñosamente.

Ha tenido una vida llena de emociones, buenas y malas. Ha sido la “madre” por excelencia que se desvivía por los suyos y para todo aquel que se le ponía por delante. Ha sido una campeona de los pies a la cabeza. Una persona llena de vitalidad, humilde, discreta y con sentido del humor. Una gran cocinera. De sus manos he probado los mejores “manjares”. La comida casera por excelencia. Los postres nos cautivaban a toda la familia. Sus bizcochos, sus roscos, sus flanes, sus natillas…

Coqueta y algo presumida. Los sábados tenía una rutina, iba a la peluquería para arreglar su deslumbrante pelo blanco. Siempre estaba perfecta. Se preocupaba por los suyos y también por los que tenía a su alrededor. En el barrio la conocía todo el mundo. Doña Carmen, siempre se ha hecho querer.

Una mujer de una devoción y una fe incalculables y que encontraba en la iglesia, su espacio personal para pedir a Dios por todos nosotros. Si alguien estaba enfermo, estaba a su lado. Si era en un hospital, allí que iba. Tenía un corazón que no le cabía en el pecho.

Orgullosa de los suyos. De sus hijos, nietos y nietas, nueras, hermanas, biznietos y todo aquel que tuviera algún vínculo con la familia.

Hace unos 5 años, la maldita enfermedad de Alzheimer, nos la robó… Toda su personalidad se fue desvaneciendo, al igual que sus recuerdos y su memoria.

Cinco años donde, esa Carmen vital y con una fuerza de voluntad sobrenatural, no ha podido vencer la batalla de una enfermedad, que parece la pandemia que destruye a los abuelos del siglo veintiuno. El Alzheimer la ha ido consumiendo poco a poco…

Una enfermedad que se alió con la edad. A sus 87 años y postrada en una cama, nos ha dicho “adiós”.

Se ha ido de nuestro lado. Se ha marchado con los que ya nos dejaron hace años, entre ellos, su marido.

Carmen, mi abuela, mi Martínez, nos deja un gran vacío, pero nos ha dejado lo mejor de ella. Lo que durante años nos ha enseñado. Su sabiduría. Esa sabiduría es la que nos reconforta y nos conmueve.

Gracias por haber sido tan especial. Gracias por habernos hecho tal y como somos, por haber estado siempre ahí, desde el primer instante de nuestras vidas, de la mía.

Le hemos dicho “Adiós” a la mejor madre del mundo:

Estamos contentos por tí, abuela. Ya estás descansando en Paz, en ese lugar en el cielo, junto a ese Dios que desde pequeña has venerado y que ahora tienes tan cerca. Te echaremos siempre de menos…”

Descansa en Paz abuela


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