Capítulo Aragua

jueves, 18 de febrero de 2010

David Huertas: "Alzheimer en España: ¿una prevalencia real de 1.300.000 enfermos?"

El profesor David Huertas es una de los mayores conocedores de la problemática que la enfermedad de Alzheimer genera no sólo en los pacientes sino en todo su entorno, empezando por sus familiares y cuidadores. Además de sus clases en la Universidad de Alcalá de Henares, trabaja en el Hospital Universitario de Guadalajara, donde ha desarrollado una investigación sobre un posible tratamiento contra la hostilidad de los enfermos de Alzheimer, que próximamente se publicará en la prestigiosa publicación científica Journal of Clinical Psychiatry.
Comenzó su carrera profesional con enfermos de Alzheimer en Nueva York y desde entonces se ha mostrado muy comprometido con esta enfermedad, de la que subraya su carácter universal. De hecho, es un firme defensor del llamamiento que en el año 2003 hizo la Organización Mundial de la Salud a los médicos para que trabajaran en la prevención de los malos tratos a los mayores. Una lamentable situación que el doctor Huertas nunca ha dejado de denunciar.



Usted ha calificado el Alzheimer de “grave problema para la salud pública”. ¿Qué características tiene esta enfermedad para calificarla así?
La enfermedad de Alzheimer (EA) se puede tipificar como grave problema de salud pública por su gran magnitud (afecta a un sector muy amplio de la población geriátrica, en torno al 8-10% de los mayores de 65 años), su elevado coste para los sistemas públicos de salud, la grave discapacidad que causa en los pacientes, y el marcado impacto sociofamiliar que provoca.
Es la forma más frecuente de demencia, siendo responsable del 60-80% de los casos. En España se calcula que existen entre 500.000 y 1.300.000 pacientes con EA. Las cifras varían según los autores. En el año 2000, la Dra. Inmaculada de la Serna estimaba la cifra en 400.000 casos. Sin embargo, los datos de un estudio epidemiológico realizado en 2005 por el Dr. Manubens y el Prof. Martínez-Lage (Universidad de Navarra) indica que deben abandonarse las estimaciones conservadoras en torno a los 800.000 casos y aceptar que la prevalencia real en España a día de hoy podría ser de 1.300.000 pacientes, con una incidencia anual de 150.000 casos nuevos.
La EA afecta a muchos ancianos en los países desarrollados con una alta esperanza de vida, y esta tendencia va a incrementarse en los próximos años. Se trata de enfermos que deben ser diagnosticados y revisados por varios especialistas (neurólogos, geriatras y psiquiatras). Precisan tratamientos y material sanitario (pañales, colchones antiescaras) costosos. Al avanzar su enfermedad consumen mucho tiempo de asistencia y cuidados; que finalmente no puede ser asumido por los cuidadores informales, por lo que se acaba buscando su ingreso en un centro especializado.
Por tanto, la EA genera un gran coste a la sanidad pública de cualquier país. Para poder cubrir las necesidades asistenciales reales de todos los enfermos de Alzheimer en España deberían incrementarse de forma significativa los recursos destinados a este colectivo. Quizás, la nueva Ley de Dependencia convierta en realidad este noble y justo objetivo. No debemos olvidar que los mayores con demencia forjaron en el pasado con su trabajo nuestro presente bienestar.
La demencia de Alzheimer causa gran discapacidad. El paciente pierde su autonomía, sus recuerdos, su conexión con el mundo que le rodea. Dificulta el sueño, le impide vestirse a su gusto, asearse, deambular con libertad. Altera su carácter y su comportamiento. Produce intenso sufrimiento psíquico al avanzar la patología por sentimientos depresivos, desconfianza, ideas de perjuicio, celos o accesos de ira. Pero, sobre todo, hace perder la condición que más nos caracteriza como humanos: LA CONCIENCIA.
Si el enfermo pierde su calidad de vida, los familiares más cercanos y comprometidos la pierden igual o más, a veces con un gran coste personal para el cuidador principal (emocional, económico, laboral y de salud).
¿Quién puede dudar de que la enfermedad de Alzheimer será uno de los principales problemas de salud pública en el siglo XXI?


Por su experiencia profesional en Nueva York como profesor, ¿podría decir que el Alzheimer supone un desafío para la salud pública a nivel mundial? ¿Cómo es allí la situación de estos enfermos?
Mi estancia en Nueva York supuso un período de formación e incorporación de ideas nuevas. Se puede decir que la EA supone un desafío globalizado para la salud pública de los países del “Primer Mundo” rico y desarrollado; es decir, todos aquellos con una alta esperanza de vida fruto del crecimiento económico. Por supuesto esto incluye a Estados Unidos.
Los estudios epidemiológicos en aquel país estiman que el 10% de la población mayor de 65 años padece EA, y el 47% de los mayores de 85 años. Además, la financiación del sistema sanitario norteamericano descansa en gran medida en las compañías privadas de seguros, por lo que las necesidades asistenciales de los pacientes de Alzheimer se asumen en gran medida por el propio enfermo y sus familiares.


Usted se ha adherido al llamamiento que en 2003 hizo la OMS a los médicos para que se ocuparan y preocuparan de la violencia y los posibles malos tratos a los pacientes, ¿se conocen datos de la violencia con los enfermos de Alzheimer, tanto en el ámbito familiar como institucional?
A lo largo del año 2004 me hice eco del llamamiento de la OMS a considerar la violencia como un problema mundial de salud pública. En enero de 2005 publiqué mi primer libro al respecto alertando sobre este grave asunto, Neurobiología de la agresividad humana y ahora estoy preparando un segundo libro sobre la actual pandemia de violencia, que se editará en 2007.
Se calcula que a nivel mundial en torno al 4-6% de los ancianos sufre algún tipo de maltrato en el hogar. El paciente con demencia está especialmente predispuesto a sufrir abuso o negligencia. Algunos estudios han encontrado tasas de maltrato de algún tipo entre los cuidadores de enfermos con demencia que oscilan entre el 12% y el 52%.


¿Cuáles son las principales causas que degeneran en una situación de maltrato y de qué tipo suelen ser los malos tratos que se infligen a un enfermo de Alzheimer?
El maltrato puede subdividirse en varias formas de abuso: por negligencia, verbal, físico, sexual y económico. El abuso negligente consiste en la omisión de los cuidados esenciales, incluyendo la higiene, la alimentación y la medicación necesaria. Las otras formas de abuso son proactivas y conllevan alguna forma de violencia hacia el paciente con demencia. El abuso verbal es la forma más frecuente con gran diferencia, seguido del físico.
Todas las formas de abuso ocurren con mayor frecuencia entre los cuidadores con alteraciones mentales derivadas de la carga del cuidado, y sobre todo se ejerce sobre los pacientes con trastornos del comportamiento asociados a la EA. Por ello, es importante controlar lo antes posible las alteraciones psiquiátricas tanto del cuidador como del paciente con EA.
La mayoría de los pacientes con EA muestran hostilidad o agitación al avanzar su patología, en torno al 50-80% de los casos. El primer escalón en el tratamiento de estos trastornos del comportamiento debe descansar en el uso sistemático de fármacos anti-Alzheimer (galantamina, donepezilo y memantina) y medidas no farmacológicas como técnicas de relajación, musicoterapia, masaje corporal, o interacción con animales de compañía. En los casos más severos se pueden añadir fármacos antiagresivos no sedativos (buspirona, trazodona), antipsicóticos de segunda generación (risperidona, ziprasidona) cuando aparece sintomatología paranoide, y agonistas serotoninérgicos (citalopram, sertralina) ante la presencia de un síndrome depresivo.
Los cuidadores de pacientes con EA deben tener acceso a servicios de soporte psicológico y financiero, y recibir tratamiento especializado cuando desarrollan trastornos ansioso-depresivos.


¿El problema de los malos tratos también se da en otros países?
Las estadísticas y estudios presentados en referencia al abuso del paciente con demencia están realizados en Europa (Reino Unido, Irlanda). Sin embargo, no hay diferencias significativas entre Europa y Estados Unidos, Canadá o Australia en las tasas de maltrato.


¿Existen protocolos de actuación para estas situaciones?
En la actualidad se está en el proceso de definir e identificar el llamado síndrome EAN (elderly abuse and neglect – abuso y negligencia con los mayores). Se está llamando la atención de los médicos de Atención Primaria y especialistas sobre la importancia de identificar y responder al maltrato geriátrico, pero no tengo constancia de la existencia de un protocolo específico sobre el abuso en la EA.


Usted lleva años desarrollando una investigación con tratamiento hormonal, ¿cómo se han producido los trabajos y qué resultados ha obtenido? Parece que en Francia han avalado sus conclusiones.
Esta línea de investigación la inicié en el Hospital Universitario de Guadalajara (HUG) con un ensayo clínico controlado para evaluar la eficacia antiagresiva de un fármaco con acción antiandrogénica (acetato de ciproterona) sobre 27 pacientes con hostilidad asociada a la EA, remitidos a las consultas de Psicogeriatría y Geriatría del HUG. El estudio se realizó entre 1993 y 1998, fue independiente de la industria farmacéutica, actuando como promotor la Unidad de Investigación del HUG y financiado por el Fondo de Investigaciones Sanitarias (FIS) del Ministerio de Sanidad de España.
Los resultados fueron muy positivos. El acetato de ciproterona (100 mg/d) resultó significativamente más eficaz y seguro que el haloperidol (2 mg/d) como tratamiento antiagresivo en la EA. El original, detallando la metodología y el análisis de los resultados, ha sido aceptado para su publicación en la prestigiosa revista Journal of Clinical Psychiatry.


Usted trabaja en el Hospital de Guadalajara y da clase en la Universidad de Alcalá. A pesar de la cercanía entre una ciudad y otra, ¿aprecia diferencias en la atención a enfermos de Alzheimer entre las comunidades autónomas?
El Área de Salud de Guadalajara comprende una población estimada actualmente en torno a 225.000 usuarios. Después de 15 años trabajando en el Hospital Universitario de Guadalajara, mi opinión sobre la calidad de los servicios sanitarios de esta provincia es positiva. La coordinación con Atención Primaria es satisfactoria, los dispositivos geriátricos funcionan bien, con una buena cobertura de la atención domiciliaria, un dinámico Hospital de Día Geriátrico y una amplia red de residencias geriátricas. De igual modo, se han desarrollado de forma muy significativa los servicios de Salud Mental. En particular, vengo coordinando desde 1991 un dispositivo de Psicogeriatría en enlace con los servicios de Geriatría y Neurología del hospital. La financiación de los fármacos para la EA y otro material sanitario, como pañales, se produce de forma ágil y con pocas limitaciones al criterio de los especialistas. Todo ello hace que los pacientes con EA disfruten a mi juicio de una cobertura muy aceptable de sus necesidades de salud.
Desconozco los detalles de la asistencia a los pacientes con EA en el Área de Salud de Alcalá, aunque creo que el nivel de recursos sanitarios asignados a la población geriátrica de Guadalajara difícilmente encontrará parangón en otros territorios de España.
A lo largo de los años 1991-1995 coincidí en el hospital con el Dr. Isidoro Ruipérez, entonces Jefe del Servicio de Geriatría del HUG. En colaboración con su excelente equipo de geriatras dimos un decidido impulso a la atención de los pacientes con enfermedad de Alzheimer. Quizás la creación de equipos multidisciplinares, buscando que psiquiatras, neurólogos y geriatras trabajen juntos en el estudio y la asistencia de los enfermos de Alzheimer, sea uno de los objetivos clave para avanzar en la lucha contra esta pandemia.

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