Capítulo Aragua

martes, 1 de abril de 2014

Una Sociedad desproporcionada

ALFREDO ROBLES

Una sociedad desproporcionada



Más de 36 millones de personas padecen demencia en el mundo, 700.000 en España y 54.000 en Galicia. Demencia significa que alguna facultad intelectual, como la memoria, el lenguaje o el razonamiento, se ha deteriorado lo suficiente como para producir dependencia.  El tema no es baladí, porque se destruyen valores humanos esenciales y porque cada enfermo involucra a una media de tres personas, que deben afrontar los cuidados y el sufrimiento psicológico asociado. El gasto anual que genera en España la demencia ronda los 15.000 millones € y, mientras no se descubra un fármaco preventivo, el número de casos aumentará paulatinamente, de hecho se duplicará cada 24 años. La demencia es más frecuente en la edad avanzada y, por tanto, el incremento de la esperanza de vida asociado al desarrollo incluye lastres como éste. 
Si comparamos la demencia con otros problemas de nuestro entorno, quizá nos sintamos desconcertados o descorazonados. Por ejemplo, en un Estado en el que hay un 22% de ciudadanos bajo el umbral de la pobreza, en el que las veinte personas más ricas disfrutan bienes equivalentes a todo lo que posee el 20% de la población más pobre, nadie está libre de sufrir una enfermedad de Alzheimer. Si marcamos Alzheimer en Google aparecen 28,3 millones de referencias, mientras que si escribimos Messi se podrían desplegar 66,4 millones.  
Los diez deportistas del mundo mejor pagados ganaron en 2013, de media, más de 39 millones cada uno. Un médico especialista necesitaría 650 años de trabajo para reunir esa retribución. Las 10 películas más caras del mundo de los últimos 10 años costaron 1890 millones € y el presupuesto 2013/14 de nuestros equipos de fútbol de 1ª división asciende a 2027 millones. Esas cifras nos ayudan a dimensionar los 162 millones que el Estado repartió en 2013 entre el FIS (Fondo de Investigaciones Sanitarias) y los CIBER (Centros de Investigaciones Biomédicas en Red), que concentran la mayor parte de la investigación médica pública. 
No podemos ignorar la importancia del deporte y los espectáculos de entretenimiento, o la necesidad de que el ejército actualice su armamento, o el interés de investigar sobre el espacio estelar. Pero tampoco deberían dejarnos pasivos las abrumadoras diferencias entre el interés y el esfuerzo inversor que se aplica a estas actividades y el que volcamos en el intento de prevenir o curar enfermedades frecuentes y devastadoras, como las demencias degenerativas.
Neurólogo

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