Capítulo Aragua

miércoles, 2 de abril de 2014

Desgaste físico y emocional del cuidador puede generar enfermedades

Cuando a algún miembro de la familia se le diagnostica una enfermedad crónica como Alzheimer, nace -casi de manera inmediata- la figura del “cuidador”, esa persona que coloca su vida en pausa para dedicarse casi de forma exclusiva al nuevo paciente. Debido a esta entrega, no es extraño que -tras un tiempo- el abnegado personaje sufra desgaste físico y/o emocional hasta el punto de enfermarse. Sin querer, esperar ni saber, puede estar padeciendo del llamado “síndrome del cuidador quemado”.

La doctora Carmen Sánchez, Psiquiatra del Hospital Universitario de Caracas de la Universidad Central de Venezuela, agrega que este síndrome también llamado sobrecarga subjetiva del paciente con Alzheimer, se manifiesta con depresión, fatiga e irritabilidad. “Se pueden presentar trastornos físicos como dolores musculares, gastrointestinales y respiratorios; psicológicos como ansiedad, angustia, insomnio, falta de apetito, ideas obsesivas, hipocondría y culpa. Y también pueden observarse trastornos psicosomáticos como dolor de cabeza, anorexia, temblor fino, palpitaciones, sudoración y alergias”, explica.

La especialista insiste en que estos signos deben prender las alarmas del seno familiar y del propio cuidador, quien también está obligado a seguir recomendaciones. “Lo primero que debe hacer es pensar y saber que tiene una enfermedad. Reconocer que igual que el paciente también necesita ayuda. No significa que tiene que descuidar a su familiar, sino que debe atenderse a él mismo con dedicación, ya que mientras mejor esté, mejor atenderá al enfermo”, apunta.

También sería muy útil solicitar información sobre el aspecto médico de la enfermedad, pedir ayuda al detectar algún síntoma y no tener miedo. Además, debe fijarse objetivos reales. Las demencias no son curables y si quien sufre el síndrome se crea falsas esperanzas, terminará deprimido. Hay que evitar crearse ideas omnipotentes sobre sí mismo. Una sola persona no puede con sus problemas, los cuidados de su paciente, la administración del hogar, los gastos de la enfermedad, el trabajo, la crianza de sus hijos, la atención al esposo.

Agrega la doctora Sánchez que “el nivel de deterioro del paciente también es un factor que provoca sobrecarga en el cuidador y es importante entender que mientras mejor esté el enfermo, menos cuidados requerirá o episodios negativos presentará; ocasionando menos inconvenientes a quien lo atiende”, señala.

Entonces, es primordial preservar la función cognitiva del paciente con actividades estimulantes y prescripción farmacológica, a fin de enlentecer el deterioro y garantizar más años con calidad de vida. La terapia con medicamentos incluye inhibidores de colinesterasa, que promueven que la poca o mucha acetilcolina que se tenga (neurotransmisor relacionado con la memoria y aprendizaje) esté más tiempo disponible. Uno de estos fármacos es la rivastigmina, cuya presentación en parches proporciona efectividad, seguridad y comodidad.

Yo, cuidador
Detectar el síndrome es posible gracias a la llamada “escala de sobrecarga subjetiva de Zarit”. Este es un examen que evalúa -mediante una serie de preguntas- si el  cuidador está o no sufriendo la patología. Escuchar al cuidador es fundamental.

Lilia Trosel cuida a su hermana. “Para mí es como una mamá. Somos 10 hermanos pero el cuidado prácticamente recae sobre dos de nosotros. Creo que no me estoy cuidando lo suficiente. Me tomo muy a pecho este proceso y estoy muy triste. Quiero estar con ella día y noche, pero no puedo porque tengo hijos y esposo. Esto me causa ansiedad. Lo más difícil de ser un cuidador es ver la situación en la cual está mi hermana. No pensé que esto nos sucedería”, expresa.

Por su parte, Luz Zavala atiende a su mamá. “Tengo que valorar mucho a mi mamá porque las cosas que hace no son a propósito sino por su enfermedad. Ella me dio mucho a mí y es hora de que yo le devuelva esos cuidados. Además, tengo que atenderme más porque estoy deprimida y estresada y así no puedo estar pendiente de ella. Lo más difícil de ser un cuidador es tener paciencia”.

Estos son solo dos testimonios de cuidadores que podrían estar padeciendo del síndrome del cuidador quemado sin saberlo y necesitan ayuda profesional para reconocerlo, cuidarse y optimizar sus atenciones a los pacientes.

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