Capítulo Aragua

domingo, 8 de julio de 2012

Sólo te mueres del todo cuando nadie te recuerda y eso no va a pasar

Sólo te mueres del todo cuando nadie te recuerda y eso no va a pasar

Estamos en el final de la materia pero no de su alma. El alma limpia, afectuosa, con una honda fé en Dios; el alma compasiva, siempre dispuesta a echar una mano, el alma valiente.

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Ana Romaz / Actualizado 6 abril 2012
Aquí seguimos, ya sin apenas esperanza, al lado de la cama del hospital. No hay ninguna mejoría, y cada día que pasa su estado general se deteriora a pasos agigantados.

Ahora mi madre está casi todo el tiempo inconsciente, quiero pensar que es la forma que tiene su cuerpo de evitarle mas sufrimiento porque, aunque esté medicada con calmantes, la postura retorcida en que tiene la pierna debe de ser terriblemente dolorosa. Hace ya unos días que su médico empezó a prepararnos para lo peor, supongo que es una manera de suavizar el golpe.

Y te plantean opciones de atención ante las que la única pregunta que cabe hacerse es ¿eso la va a ayudar a estar mejor? Hemos tenido la suerte infinita de que el médico que la atiende es buen profesional y, sobre todo, no ha olvidado su humanidad en el ejercicio de la Medicina. Por eso ha sido posible hablar con claridad de la situación, ahora ya sabemos que Mamá no se va a recuperar, que lo único que queda es pedir porque su cuerpo abandone este mundo en calma y en paz.

Y digo su cuerpo porque estoy segura de que su espíritu, el día que nos deje, seguirá estando con nosotros, velando por su familia como ha hecho siempre.
Me impresiona su fortaleza, su estoicismo ante lo que le ha tocado vivir. Difícilmente se puede ser mejor enfermo, dar menos guerra, quejarse menos…en estos momentos sigue siendo un ejemplo para todos nosotros.

Y ahora las horas pasan vacías, sin guiños cariñosos, sin apretones de manos. Está tendida, inmóvil en su cama que se ha vuelto enorme para su consumido cuerpo. Y lo único que podemos hacer es cogerle la mano entre las nuestras para que, de alguna forma, le llegue el calor y el cariño allá donde esté ahora su mente.

Tal vez sea sólo una forma de consolarme ante lo inevitable pero pienso que lo que se avecina nos va a evitar ver el final de su deterioro, por culpa del Alzheimer, mas allá de lo que ya hemos vivido.

Cuando nos deje físicamente no habremos tenido que verla convertida en un ser desconectado por completo de la realidad, nunca nos habrá preguntado ¿tú quien eres?, hemos sentido su amor, su preocupación por nosotros hasta que comenzó la inconsciencia. Era ella la que nos animaba con las manos a ir a casa a dormir cuando nos relevábamos el turno y, al llegar de nuevo, nos hacía un gesto de alegría al vernos.

Estamos en el final y todos lo sabemos, en el final de la materia pero no de su alma. El alma limpia, afectuosa, con una honda fé en Dios, en ese Dios al que trataba como a un amigo de casa, con la misma franqueza y confianza; el alma compasiva, siempre dispuesta a echar una mano; el alma valiente capaz de enfrentarse, con su infinita educación, a cualquier circunstancia. El alma que construyó en este mundo un rinconcito cálido para todos nosotros y sin la que nos vamos a quedar muy solos, por mucho que nos acompañemos unos a otros.

Y en las noches que me quedo con ella, cuando el silencio,- el ruidoso silencio de los hospitales-, se hace con los pasillos, aprovecho para hablarle bajito al oído, y decirle lo mucho que la quiero, lo bien que ha sabido ser madre y abuela, cuanto valoramos todo lo que nos deja y que no importa que llegue el día en que no la veamos… sé que estará a nuestro lado siempre. Que sólo te mueres del todo cuando nadie te recuerda y eso no va a pasar mientras nosotros estemos vivos.

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