Capítulo Aragua

sábado, 2 de julio de 2011

Tutoría e incapacidad, la decisión difícil y dura ante el Alzheimer

Tutoría e incapacidad, la decisión difícil y dura ante el Alzheimer

El Alzheimer avanza y Mamá sigue bajando escalones que no volverá a subir. La cosa se complica cuando paga la compra con billetes de 500 o de limosnas de 50 euros. Llega el delicado momento de la tutoría.

LOS BIENES DE MAMÁ
Ana Romaz / Actualizado 2 junio 2011
Desde que comenzó nuestra historia con el Alzheimer, y en los muchos meses trascurridos, hemos experimentado varias veces una “bajada de escalón”. Son momentos en los que el paciente, nuestra madre, da un paso en su declive cognitivo, perdiendo un poquito más en alguna capacidad. Se nota con claridad, es como si hubiera bajado un peldaño que ya no va a volver a subir.

Recientemente hemos bajado algunos… el más estresante fue su primera pérdida de ubicación, pero hace unos días hemos tenido un episodio respecto al dinero. Cuando hicimos el cambio de moneda de la peseta al euro, Mamá, que siempre ha sido una estupenda matemática, se adaptó rápidamente al nuevo cambio. A veces comentábamos que se movía con los euros con más agilidad mental que nosotras.

Ella ha tenido, desde siempre, la costumbre de ir a su oficina bancaria los viernes para disponer de efectivo para los gastos de la semana. Hace unos días nos llamaron desde allí para comentarnos que Mamá acababa de firmar un cheque para sacar 6.000 € en efectivo. Como ya les habíamos hablado de su enfermedad y dejado nuestros teléfonos, al extrañarse por esa cantidad inusual habían decidido avisarnos. En unos minutos llegó una de nosotras al banco, donde estaba tranquilamente sentada charlando con alguien del personal. Se resolvió todo preguntándole si pensaba hacer algo especial por lo que quería sacar tanto dinero.

Cuando respondió -"No, es el dinero normal para casa- pudimos convencerla de que se había liado un poco c"on las cuentas y no necesitaba tanto en efectivo. Todo se quedó en una anécdota más, de momento… Más tarde, hablando con mis hermanas, empezaron a salir detalles de otras circunstancias “anómalas”: ir a pagar una compra de 12 € con un billete de 500, o dar a alguien que pedía en la calle un billete de 50 €.

Llegamos a la conclusión de que el tema económico se le esta yendo de las manos. Nos da la impresión de que ha vuelto a pensar en pesetas, y ni siquiera con el valor que tenía esta moneda antes del cambio al euro, si no con lo que podría valer hace un buen montón de años. No tenemos muy claro como calcula ahora, pero sí que es un riesgo dejarla manejar dinero sin un control que la proteja.

La primera medida ya está tomada y ha funcionado: hablar con la gente de su banco. Pero nos planteamos si deberíamos dar el paso legal de la incapacitación. Se nos hace difícil, sentimentalmente, tomar esta decisión. Sabemos que la declaración de incapacitación tiene como fin protegerla, a ella y a su patrimonio. Y sabemos que está justificada con la limitación de su discernimiento.

Nos informamos del procedimiento a seguir: el proceso se presenta en el juzgado, donde un juez la examinará, hablando con ella y con los familiares cercanos y, además, será vista por un psiquiatra forense, quién emitirá el dictamen pericial sin el cual no se puede proceder a la incapacitación, que, por otra parte, servirá para limitar su capacidad de obra sólo en las áreas en que sea necesario.

El procedimiento se va adaptando al proceso de cada persona, ajustándose a las exigencias del momento y siendo reversible. El juez nombrará un tutor, que deberá presentarle cuentas cada año. Así se evita el mal uso de los bienes del incapacitado. Nos informan, asimismo, del plazo de resolución, que puede ir desde los 5 meses hasta los dos años, en el peor de los casos. La media está en torno a los 8 meses. Valoramos esta opción y otras que se nos ofrecen. Al final, y como hemos venido observando que a Papá todo este tema le supera, hablamos con los dos de la conveniencia de arreglar las cosas para que puedan desentenderse de estos asuntos que se les hacen un mundo.

Y los dos están de acuerdo en firmar, ante un Notario, un apoderamiento mancomunado que nos permite a nosotras obrar en su nombre, siempre que las tres estemos de acuerdo en lo que sea mejor para ellos y su bienestar. Esta solución, que nos lleva un rato de una mañana en la Notaría, nos permite actuar por ellos y en su nombre ante bancos, inversiones, compras y otras circunstancias económicas que les afecten. Y ahora somos nosotras las que les llevamos a casa, cada semana, el dinero que necesitan para sus gastos cotidianos. Bromeamos con ellos diciéndoles que si no se portan bien les rebajamos la “paga”.

Afortunadamente saben que nuestro mayor interés es que estén bien y protegidos y ninguna de nosotras dejaría de poner esto en primer lugar, fuera cual fuera la circunstancia. En declaraciones de la Fiscal de Incapacidades Nuria López-Mora a El Mundo encontramos una frase que nos hace sentir que hemos hecho lo adecuado: “Al igual que se vacuna a un niño para prevenir enfermedades infecciosas, se debe acudir al juzgado como medida legal de protección cuando la enfermedad llega”.


Familiares de enfermos de Alzheimer -como ha destacado Hechos de Hoy- han reclamado poder disponer del patrimonio del paciente para lograr hacer frente a los gastos que se derivan del procedimiento de incapacidad, que suele alargarse un año en los tribunales, así como para poder financiar el pago de una residencia. (Ilustración: Eva Fajardo)

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