Capítulo Aragua

miércoles, 24 de marzo de 2010

ESCALERA AL INFIERNO SEGÚN UN CUIDADOR!!!

Escalera al infierno
A menudo reviso las estadísticas del blog y encuentro que muchos visitantes recorren estas páginas en busca de algún texto que les revele los últimos días de una víctima de Alzheimer. No los culpo. Cuando mi viejo estaba mal, yo también me preguntaba hasta cuándo se prolongaría la enfermedad, qué otras sorpresas nos depararía, cuánto más se ensañaría con un cuerpo abatido, absorbido, condenado.
Ante cada internación, ante cada traslado, ante cada intervención médica, deseé que mi padre muriera. Les rogué a Dios y a María Santísima que se lo llevaran, que lo rescataran de tanto sufrimiento, que le devolvieran cierta paz. A él, y a quienes lo acompañamos.
En aquella época, los doctores solían hablar de los “escalones” de la enfermedad, y yo imaginaba a mi papá descendiendo a un inmerecido infierno.
Escalón 1: pierde la memoria inmediata.Escalón 2: desconoce parámetros espacio-temporales.Escalón 3: no reconoce a su entorno.Escalón 4: se convierte en presa de delirios de persecución.Escalón 5: desarrolla una conducta agresiva.Escalón 6: manifiesta dificultades de comunicación.Escalón 7: deja de controlar esfínteres.Escalón 8: pierde movilidad.Escalón 9: no distingue gustos ni olores.Escalón 10: enfrenta problemas de deglución.Escalón 11: presenta un cuadro de desnutrición crónica.Escalón 12: se alimenta únicamente por sonda naso-gástrica.
Mi padre falleció antes de pisar al escalón 13, estadio en que el paciente no soporta más la sonda naso-gástrica, y entonces hay que recurrir a la cirugía para “incrustarle” un tubo directamente conectado al aparato digestivo, lo cual permite pasarle la alimentación debidamente procesada.
Tarde pero seguro, Dios y María Santísima se apiadaron. El descenso al infierno se interrumpió y -por fin- todo el dolor, todo el sufrimiento, todas las miserias se desmoronaron como escalones derrumbados.
Escrito en El enfermo
A menudo reviso las estadísticas del blog y encuentro que muchos visitantes recorren estas páginas en busca de algún texto que les revele los últimos días de una víctima de Alzheimer. No los culpo. Cuando mi viejo estaba mal, yo también me preguntaba hasta cuándo se prolongaría la enfermedad, qué otras sorpresas nos depararía, cuánto más se ensañaría con un cuerpo abatido, absorbido, condenado.
Ante cada internación, ante cada traslado, ante cada intervención médica, deseé que mi padre muriera. Les rogué a Dios y a María Santísima que se lo llevaran, que lo rescataran de tanto sufrimiento, que le devolvieran cierta paz. A él, y a quienes lo acompañamos.
En aquella época, los doctores solían hablar de los “escalones” de la enfermedad, y yo imaginaba a mi papá descendiendo a un inmerecido infierno.
Escalón 1: pierde la memoria inmediata.Escalón 2: desconoce parámetros espacio-temporales.Escalón 3: no reconoce a su entorno.Escalón 4: se convierte en presa de delirios de persecución.Escalón 5: desarrolla una conducta agresiva.Escalón 6: manifiesta dificultades de comunicación.Escalón 7: deja de controlar esfínteres.Escalón 8: pierde movilidad.Escalón 9: no distingue gustos ni olores.Escalón 10: enfrenta problemas de deglución.Escalón 11: presenta un cuadro de desnutrición crónica.Escalón 12: se alimenta únicamente por sonda naso-gástrica.
Mi padre falleció antes de pisar al escalón 13, estadio en que el paciente no soporta más la sonda naso-gástrica, y entonces hay que recurrir a la cirugía para “incrustarle” un tubo directamente conectado al aparato digestivo, lo cual permite pasarle la alimentación debidamente procesada.
Tarde pero seguro, Dios y María Santísima se apiadaron. El descenso al infierno se interrumpió y -por fin- todo el dolor, todo el sufrimiento, todas las miserias se desmoronaron como escalones derrumbados.
Escrito en El enfermo
Posteado por: María Bertoni 7 Septiembre 2006

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