ENFERMEDAD DE ALZHEIMER.

“El problema que hay actualmente es que los únicos fármacos que tenemos son sintomáticos, paliativos, pero no son modificadores. Con estos, aunque lleguemos tarde a curar la enfermedad, posiblemente podremos pararla y evitar que avance mucho más. Es lo que se está probando ahora mismo”, explica el doctor Jesús Ávila, profesor de Investigación del CSIC en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa y presidente del comité científico del congreso. En la actualidad, hay más de 100 compuestos en estudio que podrían llegar a ser un tratamiento potencial de esta patología.

Y es que el Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa -destruye neuronas del cerebro y la transmisión que existe entre ellas- que produce un deterioro progresivo y total de las funciones cognitivas cuyo principal problema es que “es silenciosa en su comienzo y, cuando empieza a diagnosticarse, está ya muy avanzada, la degeneración neuronal es brutal”, se lamenta el experto. De ahí la enorme complejidad a la hora de determinar su detonante y así poder hallar soluciones.

En efecto, a pesar de los extraordinarios avances en el conocimiento de esta patología durante los últimos diez años, lo cierto es que a día de hoy aún se desconoce su origen específico en la gran mayoría de los casos. “Sabemos que en los de tipo hereditario se produce por la mutación de tres genes, pero estos casos suponen menos del 1% del total”, apunta el doctor Ávila. En el resto, de origen esporádico, hay una serie de factores de riesgo que facilitan su aparición, entre ellos están el envejecimiento y la presencia en la persona de una forma especial de un transportador del colesterol, la apolipoproteína E4.

Según explica Jesús Ávila, uno de los más reputados investigadores en Alzheimer a nivel mundial, la enfermedad siempre empieza en la misma región del cerebro, el hipocampo, que está relacionado con una pérdida de memoria. Después progresa hacia la corteza cerebral, lo que se traduce, con el desarrollo de la dolencia -que puede durar de 10 a 20 años-, en alteración del lenguaje, desorientación (demencia) y pérdida del sentido de las funciones ejecutivas, frecuentemente acompañado de cambios en la personalidad y en el comportamiento que conlleva una merma progresiva de la capacidad del individuo para llevar a cabo las actividades de su vida diaria.

“Los marcadores que tenemos son la aparición primero de una muerte neuronal brutal, que va demasiado avanzado cuando nos damos cuenta, y la aparición de dos estructuras aberrantes: las placas seniles, que están hechas del péptido beta-amiloide, y los ovillos fibrilares, formados por proteína tau”, continúa el investigador.

A pesar de las dificultades, científicos de todo el mundo luchan contra viento y marea en busca de respuestas para una enfermedad para la que muchos expertos auguran, en pocos años, dimensiones epidémicas.
En estos momentos hay en marcha más de 700 ensayos clínicos en todo el mundo, 227 en Europa y 35 en España. “Habrá que ver quién llega antes, si la población cada vez más mayor o alguien que encuentre por fin un compuesto modificador que logre pararlo”, concluye el doctor Ávila.